El último sereno, Pedro Esteban García



Lo recuerdo de niño, de los días de las fiestas patronales, cuando a pesar de la corta edad se nos permitía trasnochar un poco más que de costumbre y volvíamos a casa ya pasada la medianoche. Cuando la orquesta de turno amenizaba la verbena con los últimos compases de su actuación, aparecía por el recinto saludando a los vecinos más trasnochadores. Gorra de plato calada, tabardo de paño azul con doble botonadura de latón dorado, tan solo faltaba unos galones entorchados para poder nombrarle almirante de la Mar Marmenorense.

     Era su atuendo de los días especiales, como cuando felicitaba las Pascuas y pedía pomposo su merecido “aguilando”, entregando al tiempo una tarjeta con la efigie de un sereno y unos versos de felicitación en la parte de atrás.

 

Aquí tenéis al SERENO,

saludando a los vecinos

de la forma más cordial,

pues así se viene haciendo

desde tiempo inmemorial.

 

     Una linterna de petaca, atrás había quedado ya el farol de “gas”, le ayudaba a identificar a algún paseante a horario intempestivo, a romper con su espada de luz la negrura de la noche y a sortear los socavones y charcos de las calles sin farolas y sin asfalto. Un puntiagudo chuzo a modo de corta lanza, emulando a medieval alabardero, era todo su equipo armamentístico para luchar contra el enemigo nocturno de lo ajeno y el violador de la moral y de las buenas costumbres. ¡Era la solitaria autoridad urbana de la noche!

     Dicen de los serenos que eran conocedores, y a veces cómplices, de los mil y un secretos del ir y venir de aquellos vecinos de costumbres nocturnas, que más de una misiva de amor y juego circuló por la oscuridad de las calles, confiada a la seguridad de su bolsillo y a la discreción y segura coartada de su deambular aquí y allá sin horas ni motivos. Que puertas y ventanas de anónimos interesados, de apostados ocasionales a la espera de su paso, se entreabrían y cerraban a lo largo de su periódico y regular recorrido.

Solo conocí a un sereno en el pueblo de El Algar, Bienvenido Gómez Marcos, nacido en el barrio de Santa Lucía en 1.909 y fallecido en El Algar en 1.978. Perteneciente al cuerpo de la Guardia Municipal del Ayuntamiento de Cartagena, fue el último sereno de El Algar. Con su jubilación en 1.974 desapareció de las calles de nuestro pueblo esa tradicional y familiar figura del sereno, vigilante nocturno del buen descanso de sus vecinos, de la que solo nos queda el recuerdo y el apodo familiar por el desempeño de tan particular labor, que sigue ostentando hoy su descendencia.

     Los domingos por la mañana su visita a todas las viviendas del pueblo era algo obligado, oficial e inexcusable. Al abrir la puerta su salutación siempre era la misma:

     -¡El Sereno!

     Y como respuesta unos céntimos, dos reales, una peseta..., según la opulencia y generosidad del dueño de la casa, o deudor de un servicio especial, eran depositados en la palma de su mano extendida. Era la contribución del pueblo al sostenimiento de su servicio, pues tan oficial era su cargo como, al tiempo, escaso su mantenimiento a cargo de las arcas públicas. El Sereno fue durante mucho tiempo el particular servicio nocturno de seguridad de los vecinos.

     De vez en cuando, algún partido nostálgico, en su afán de arañar de cualquier sitio votos de vecinos descontentos, suma a la larga lista de promesas de su programa, todas ellas sin seguro alguno de cumplimiento, el restablecimiento de esa familiar figura de seguridad y servicio urbano, guardián nocturno de nuestros sueños.

     Tal como está hoy el panorama de nuestras calles, harían falta muchos serenos que guarden la tranquilidad de nuestro descanso nocturno, al menos uno por cada calle, eso sin exagerar, que diría un castizo.

 

Pedro Esteban García.

Texto publicado en Facebook el 25/12/2022.

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