CUANDO DESAFINAN LAS CAMPANAS, de Pedro Esteban García.

            En las últimas semanas, las dos campanas más pequeñas de la iglesia de Nuestra Señora de Los Llanos de El Algar, han sido bajadas, restauradas y vueltas a subir a su lugar en el campanario tras pasar por un taller especializado, donde han sido acondicionadas para un mejor funcionamiento automático. Principalmente se les ha sustituido el yugo, o contrapeso, anteriormente algo más simple y de hierro, por otro de madera, más grande y pesado, que facilita el volteo de la campana sin sufrimiento para la estructura arquitectónica que las sostiene.



     La torre-campanario de la iglesia de nuestro Señora de Los Llanos de El Algar fue construida entre 1876 y 1878, siendo adosada a la pequeña ermita, dependiente entonces de la Parroquia de Alumbres, que había sido construida a mediados del siglo XVIII. El campanario fue dotado de tres campanas, a las que se le asignaron como nombres Nuestra Señora de Los Llanos, la más grande y que da al Sur, en la fachada principal de la iglesia, Virgen del Carmen y Nuestra Señora de la Asunción, las dos más pequeñas.

     En un comentario de hace tiempo en la página de Facebook Algar Plaza del Hondo, recordaba nuestra amiga y paisana Rosa Alcaráz Carreño a su tía Josefa Carreño Martínez, más conocida por los vecinos como “Josefa la del Carbón”, que vivía en la calle Ramón y Cajal esquina con la calle de Los Huertos, donde, además de carbón, vendía también serrín y astillas de madera, productos que eran, junto al gas para hornillos que vendía Juan Castejón, los combustibles más habituales en aquellos años de posguerra de la segunda mitad del siglo XX. Comentaba Rosa también otra historia más antigua, que su tía Josefa le contaba sobre las campanas de la iglesia, que, según decía, fueron “preparadas” en uno de los patios de aquel viejo caserón donde ella entonces vivía.

     La historia de la “preparación” de las campanas yo la recogí también narrada por Manuel Gómez García, “el Sandunga”, historiador local fallecido en 1.970, que contaba que la torre de la iglesia la habían levantado albañiles del barrio de El Chichar, especializados en levantar las altas chimeneas de los hornos de las cerámicas y de las  fundiciones de mineral, numerosos aquellos años al pie de la Sierra Minera de Cartagena-La Unión, así como que las campanas que se instalaron en el recién construido campanario, fueron fundidas en el patio de una casa de la calle Ramón y Cajal propiedad entonces de Juan García.

     Son muchas las anécdotas relacionadas con el campanario de la iglesia. Ya en el momento de su construcción, que coincidió con la también construcción del primero de los teatros Apolo que ha tenido El Algar, se produjo una controversia al surgir dos facciones de apoyo a ambos proyectos. Este episodio nos ha dejado una copla en forma de trovo cuyos primeros versos dicen: “Piñero subió a la torre / a tomar el fresco un rato / y al verlo le dijo López / anda y vete a tu teatro”. Otro episodio que quedó para la posteridad por boca de los troveros de la época, en este caso el gran trovero José María Marín, fue el ocurrido antes de acabar el siglo XIX, siendo cura don Tomás Antón, que sufrió el robo de dos jamones de los tres, producto de un regalo, que había puesto a secar en lo alto del campanario. Una de las quintillas del trovo dice: “De los devotos en pos / se fueron en cuerpo y alma / de los tres perniles dos / Dios le dé su santa calma / para sufrir lo que vos”.

     No es la primera vez que las campanas han bajado de su campanario. En 1.968, después de años de tañidos se encontraban rajadas, por lo que, siendo ya párroco don José María Serrano, fueron bajadas, refundidas y vueltas a su lugar en la torre-campanario, y en el año 2.013, una de las campanas más pequeñas también hubo que bajarla al haberse averiado el mecanismo que facilitaba su funcionamiento automático por medio de electricidad. El sistema eléctrico, pues antes funcionaban tirando de unas cuerdas desde abajo, fue implantado también siendo cura don José Mª Serrano con la colaboración de Alfonso Mateo, que, además de ser el enterrador y encargado de los cementerios parroquiales, ayudaba al cura en todos los proyectos y averías mecánicas que había que llevar a cabo o solucionar en la parroquia.

 

 

 

Pedro Esteban García

Abril de 2025

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